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Se incendió una planta de reciclaje en el Parque Industrial Norte. Foto Nicolás Varvara
Todo parece indicar que este será un mal año para la agricultura en el oeste de Estados Unidos. Hay sequías nunca antes vistas y los agricultores del Valle Central de California están dejando grandes extensiones de tierra fértil sin cultivar. Una ola de frío en enero en Florida devastó los tomates y dejó al resto de los cultivos vulnerables a las enfermedades. Dos meses después, una helada inusualmente fuerte en las Carolinas dejó a algunos agricultores con muy pocas fresas y arándanos.
Sin embargo, ni la sequía ni las heladas preocupan a los productores de tomates, fresas y otros cultivos que crecen en este momento en enormes invernaderos, algunos de los cuales se extienden a lo largo de 70 hectáreas en Norteamérica y Europa. Ahí se está llevando a cabo una revolución silenciosa, que quizá sea las más disruptiva desde que Cyrus McCormick inventó la cosechadora. Cada vez más vegetales se cultivan en interiores, mediante una avanzada forma de cultivo intensivo llamada agricultura de entorno controlado, un método con el potencial suficiente para ayudar a alimentar al planeta, aun cuando amenaza con calentarlo todavía más.
La agricultura de interior tiene el potencial de sacudir la naturaleza misma de la actividad hasta sus raíces. Pero esta innovación conlleva costos iniciales más altos y genera una mayor huella de carbono en el ambiente.
Cada vez es más probable que los tomates, pimientos, pepinos, lechugas y bayas provengan de invernaderos canadienses o estadounidenses que de los campos de Florida o México. El año pasado, más de una tercera parte de los tomates frescos que se vendieron en Estados Unidos, incluidos los que aderezan las hamburguesas de Wendy's, se cultivaron en interiores.
La agricultura controlada, que se inventó en los Países Bajos, tiene muchas ventajas. Los cultivos no están sujetos a los caprichos de las condiciones meteorológicas extremas, como las heladas, el calor o el granizo; nunca tendrán que retirarse del mercado debido a que están contaminados de escherichia coli procedente de la granja lechera cercana y los tomates y otras verduras pueden manipularse para que tengan más sabor, en lugar de hacerlos más resistentes al calor, la lluvia y las distancias.
Además, estos invernaderos pueden producir más alimento sin pesticidas y con menos agua. Al controlar con una computadora las temperaturas de las raíces y el aire, los nutrientes, así como los niveles de dióxido de carbono, las plantas se cultivan en agua cargada de nutrientes y no en el suelo, proporcionando rendimientos hasta 400 veces mayores por hectárea en comparación con la agricultura convencional, con solo una décima parte de agua. La agricultura controlada también permite tener cultivos en lugares donde no hay tierra disponible.
Una gran mayoría de los más de 2.300 invernaderos de ambiente controlado en Estados Unidos sustituyen el calor y la luz del sol con energía fósil, lo cual da un nuevo significado al término "gases de efecto invernadero". Aunque hay esfuerzos por hacer que la agricultura controlada sea más eficiente desde el punto de vista energético -por ejemplo, ubicar los invernaderos junto a plantas de tratamiento de agua o de energía (o incluso granjas de servidores), para capturar el calor residual que generan esas instalaciones-, incluso los invernaderos que cuentan con fuentes de electricidad renovable para la iluminación suelen utilizar gas natural para la calefacción porque es mucho más rentable.
Agricultura en el semiárido
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