De la filosofía al martirio

2022-08-12 17:33:13 By : Ms. Danielle Xu

Hago ahora el relato de la vida de esta Santa, porque considero que es un ejemplo que puede servirnos en este, tantas veces arduo, camino de la vida. Edith Stein nace el 12 de octubre de 1891 en Bresalu. Entonces Prusia. De la infancia de Edith Stein hay que subrayar los elementos que van a configurar su futuro: austeridad de vida, sentido del bien y del mal, inteligencia despierta, cultivo y defensa del mundo interior; y además: emprendedora, voluntariosa, defensora de la dignidad personal y de nobles ideales. Cabe deducir que Edith Stein fue una niña intelectualmente privilegiada. Toda su existencia estuvo saturada de una apuesta inquebrantable por el Dios todopoderoso. A los 15 años se desligará de la “fe infantil”, pero no la sustituirá por una fe madura. En Hamburgo y en 1906 —donde pasa una temporada en busca: de descanso, de claridad interior y de no poca independencia—, quedará zanjada la cuestión religiosa. Aquí se confirma su ateísmo, o distanciamiento teórico y práctico de la fe de sus padres. Aparcar a Dios no supuso cerrar el paso a toda posible interpelación proveniente del misterioso fondo de la persona, ni trajo como consecuencia un desconcierto total. La verdad del hombre, de ella misma, tiene para Edith Stein tal fuerza de atracción, que no se ahorrará esfuerzo alguno hasta dar con la misma. Acude al lado del profesor judío, Edmund Husserl. En este filosofo contempla la senda propicia para el propósito que persigue: alcanzar la verdad. Además acude a las conferencias de otro filósofo también judío, Max Scheler. Este pensador ejercerá una influencia decisiva en el camino hacia la verdad. Max Scheler por entonces era católico: “Éste fue mi primer contacto con este mundo hasta entonces para mí completamente desconocido. No me condujo a la fe. Pero me abrió a una esfera de fenómenos ante los cuales ya nunca podía pasar ciega”. En 1916 estalló la Primera Guerra Mundial... Se inscribirá en la Cruz Roja Internacional, ofreciéndose incondicionalmente... Los libros y las especulaciones ceden el puesto a las necesidades concretas del ser humano; en este caso del hombre que sufre, y sufre físicamente. En 1917 Edith Stein con 26 años, es ya doctora en filosofía. Poco después, una de las personas más querida de los jóvenes fenomenológicos, el profesor Adolf Reinach, cae en el frente de Flandes en noviembre de este año. Se le encargará a Edith Stein que acuda al sepelio, ante la joven esposa, Edith Stein, halló a una mujer creyente, que acepta la muerte del marido con serenidad, rebosando esperanza y contagiándola a su vez. Esto desconcierta a la inteligente filósofa: “Éste fue mi primer contacto con la cruz y con la virtud divina que ella infunde a los que la llevan. Entonces vi por primera vez y palpablemente ante mí, su victoria sobre el aguijón de la muerte, y la Iglesia nacida de la pasión del Redentor. Fue el momento en que mi incredulidad se desplomó, y Cristo irradió, Cristo en el misterio de la cruz”. De los 26 a los 30 años, Edith Stein lleva a cabo una contienda personal nada despreciable: “Por aquella época mi salud no iba bien a causa del combate espiritual que sufría en total secreto y sin ninguna ayuda humana”. Es 1921, Edith Stein cumple 30 años. Y llegó el momento de la rendición, de la entrega. Es verano; la filósofa se dirige a una pequeña biblioteca; y “agarré a la buena de Dios —son palabras suyas—”, sacando un voluminoso libro. Llevaba por título: “Vida de Santa Teresa”, escrita por ella misma. Comencé a leer, y quedé al punto tan prendida que no lo dejé hasta el final. Al cerrar el libro, dije para mí: “Aquí está la verdad”... La aceptación de Dios como Verdad, incluye la firme determinación de dejar paso a la nueva vida en ella injertada. Edith Stein padeció una auténtica regeneración bautismal; su vida cristiana, a partir de aquí, queda expresada en el lema repetido, una y otra vez, en su epistolario y conferencias: Vivir en las manos del Señor. Abandonarse confiadamente a la gracia de Dios. Así maduró su fe, y con ese mismo espíritu vivió los pocos años, pero intensos, de carmelita descalza. La Ciencia de la Cruz únicamente se alcanza cuando a uno se le concede sentirla en su radicalidad. El 2 de agosto de 1942 es obligada por las fuerzas nazis de ocupación a abandonar de inmediato el convento de Echt. Será deportada, junto con otros religiosos: judíos todos ellos, a diferentes campos de concentración... En el infierno de Westerbork vivió algunos días, anduvo, habló y oró..., como una santa. Durante una conversación dijo: “El mundo se compone de contrastes... Pero al final nada quedará de esos contrastes. No quedará otra cosa sino el gran amor...” Con la sonrisa y una inquebrantable firmeza permaneció en Auschwitz. El 9 de agosto de 1942 llevó a cabo, a la par que muchos congéneres de raza y de fe, la consumación de su holocausto en la cámara de gas de Auschwitz. En comunión con sus hermanos y unida al Cristo redentor, recorrió el último tramo de su ascensión al martirio en silencio, orando.

La investigación requiere talento y dinero. Comprendo que quiénes obtienen resultados positivos, comercialicen su hallazgo para cubrir gastos y lograr beneficios. Lo que no entiendo es que un fármaco, que salva la vida a niños afectados de una rara enfermedad mortal que destruye sus conexiones neuronales, se venda a 2,5 millones de euros la dosis, pretendiendo rentabilizar el producto en la primera venta. No quieren, independientemente del dolor que ocasionen y como sería razonable, tener el retorno de la inversión en unos tres años. ¿Cuán grande será la desesperación de los padres al no poder adquirirlo? Es obsceno. La desmedida codicia de estas compañías imposibilita la conquista de una sanidad universal. Se vanaglorian de estar arriba en la lista de empresas con mayor beneficio.

Ver en móvil o tablet