Aunque no podamos percibirlos, los rayos UV-C siempre han estado presentes en el mundo de la salud. Especialmente después de 2020, cuando la luz ultravioleta pasó de ser una herramienta para conseguir el bronceado perfecto, a un arma mortífera contra el Covid-19. Pero ¿qué tan efectiva es la radiación con el coronavirus?
Una evaluación reciente sobre el poder de la desinfección con rayos UV-C sugiere que este método en la práctica no es tan efectivo como en la teoría. Pero veámoslo poco a poco.
Se supone que la luz ultravioleta entre 200 y 300 nanómetros es capaz de eliminar al virus SARS-CoV-2 en 15 minutos. Da igual que esté en la piel, en una pared o en las mascarillas de protección, pues la radiación que emite esta luz no altera el medio alrededor del virus, sino la capacidad de replicación del patógeno dentro de su código genético.
Ahora bien, existe un problema con esta afirmación. Ningún estudio hasta la fecha ha aclarado la intensidad o el tiempo de exposición que se necesita para llegar al núcleo del patógeno en cada uno de estos casos. Todo lo que existen son pruebas que vinculan a los rayos ultravioleta con los diferentes tipos de coronavirus.
Por ejemplo, existe un reporte de la BBC que asegura que la luz UV-C ayudó a desinfectar las calles tras un brote de SARS en 2002. Sin embargo, este no estudia la cepa que surgió en Wuhan, por lo que no es una evidencia contundente de su efectividad contra el Covid-19.
En este sentido, el equipo de Binghamton encargado de esta evaluación tuvo que realizar su propio experimento con SARS-CoV-2 para determinar si la teoría sobre la luz UV-C era correcta. Para ello, utilizaron tres modelos del retrovirus en distintos medios de cultivo: una sopa celular, el agua y una recreación de saliva humana; y los expusieron a tres longitudes de onda UV-C diferentes.
Pero al final, ninguna de las luces ultravioleta logró eliminar por completo al retrovirus similar al Covid-19.
“Hay tantas empresas que pretenden decir que sus productos desinfectan completamente y son completamente seguros”.
Si bien su experimento con luz ultravioleta no demostró lo que decía la teoría, que se podía acabar con el Covid-19 en quince minutos, sí arrojó un dato interesante. El rango de 260 a 280 nanómetros parecía afectar la estructura del virus.
Este rango promedio es el que se usa comúnmente en las luces LED UV-C, por lo que es posible que la luz ultravioleta sí tenga un efecto directo en el virus. Pero nada comparado con las propiedades “magníficas” que le confirieron a este tipo de radiación en 2020.
Más allá de la desinfección, para alcanzar el rango preciso que inactive el virus se necesitan generar entre 10,8 y 21,6 julios de energía por metro cuadrado. Lo que representaría casi el doble de nanómetros. Una medida que resulta imposible de mantener en los espacios públicos, pues la luz UV-C en grandes cantidades puede perjudicar la salud de las personas.
Quizás el dato más relevante de esta evaluación es que la luz ultravioleta que lleva usándose tres años contra el Covid-19 en realidad es sumamente dañina en cualquiera de sus presentaciones.
De acuerdo con el equipo de esta evaluación, tanto la luz UV-C lejana de 222 nanómetros, como la luz UV-C regular de 254 pueden afectar la córnea y la piel humana. En una impulsando la degradación del organelo, y en la otra favoreciendo el agrietamiento de los poros. Con lo cual bacterias y virus como el Covid-19 podrían pasar fácilmente por las heridas y contagiar a la persona. Lo que sería contraproducente si el objetivo de usar esta luz es estar “protegido” de los patógenos.
Ante la duda, lo mejor sería dejar de utilizar estas máquinas de rayos UV-C que podemos encontrar en los hospitales y las estaciones de metro. Al menos hasta que la ciencia desarrolle más investigaciones centradas en las luces LED ultravioletas y su uso correcto para frenar el Covid-19.
New study proves correct dosage for ultraviolet disinfection against COVID https://medicalxpress.com/news/2022-05-dosage-ultraviolet-disinfection-covid.html Systematic evaluating and modeling of SARS-CoV-2 UVC disinfection https://dx.doi.org/10.1038/s41598-022-09930-
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