Las «plantas pijas» de Portonovo que son superalimentos

2022-05-27 17:49:00 By : Ms. freya feng

Daniel Barbeito (Portonovo, Sanxenxo, 1978) es un gato laboral. Es decir, como le pasa a los felinos, que tienen muchas vidas, él tuvo y tiene distintas ocupaciones laborales en sus 43 años de existencia. La palabra reinventarse, que pronuncia mucho, le define bien. Su último descubrimiento laboral, al que desde entonces se dedica con pasión, fue en el confinamiento. La pandemia le cogió en su tierra, en Portonovo, y en el paro. Comenzó a matar las horas muertas en una huerta y acabó enlazando ese amor por cultivar la tierra con lo que había visto en muchos restaurantes de Londres, donde trabajó. Allí, observó cómo cada vez se utilizan más en la cocina los microbrotes vegetales, desde rúcula a rabanitos o algunos cultivos orientales, para darle vistosidad y sabor a los platos. Y decidió que podía probar suerte por ahí. Así nació Adina Greens, que ahora es su pequeña empresa de brotes naturales, orgánicos y ecológicos, con la que vende género a restaurantes de toda Galicia o España.

Daniel fue uno de esos trabajadores a los que la crisis del ladrillo dejó en la estacada. Estudió arquitectura técnica y, en la época fuerte de la construcción, era jefe de obra. «Os soldos eran bos e, aínda que o traballo era estresante, pois todo parecía ir ben» , indica. La crisis le empujó a reinventarse, como ya había hecho otras veces. Y lo hizo sobradamente, con algunos proyectos que salieron bien y otros que le sirvieron para aprender. Así, en su currículo puede hacer constar que fue ayudante de topografía, que trabajó en la construcción, que montó una copistería y que un día, como tantas generaciones de emigrantes, cogió la maleta. Él se fue a Londres y allí trabajó en la hostelería. Fue en Gran Bretaña donde se percató, trabajando en un restaurante francés, de la importancia que se le daba a los brotes vegetales, con los que siempre se emplataba.

De vuelta a Galicia, leer bien en inglés le sirvió de ayuda para introducirse en ese mundo de los cultivos de brotes vegetales, ya que en español apenas encontraba documentación. Descubrió entonces que lo que él llama las «plantas pijas», por lo delicadas que son, tienen que cultivarse en interior, porque sino no resisten. Se les pone luz artificial de led, se les aporta sustrato natural y agua. Autodidacta total, se fue formando en el cultivo de esas plantas que nunca llegan a ser adultas, que se consumen al poco tiempo de nacer. Y lo que más le gustó fueron dos cosas: «Descubrín que son superalimentos, porque unha mesma especie ten dez veces máis nutrientes cando é un brote que cando se fai adulta. A concentración de nutrientes é incrible. E ademais, como se cultivan en interior e en vertical, é posible telas todo o ano en Galicia» , señala Daniel.

Se puso manos a la obra y, aprovechando que tenía un bajo desocupado en Portonovo, montó ahí sus estanterías con la producción de brotes. Comenzó cultivando variedades muy sencillas, como el rábano y el guisante, y ahora mismo tiene a un catálogo de unas 16 especies. Además, a veces le encargan variedades muy específicas y también las cultiva. De su huerto interior, alumbrado con luces de bajo consumo para que la factura y el consumo energético sean los menores posibles, salen tarrinas de colinabo, rabanito rosa, cilantro, berro, eneldo, tat soi, kale o rúcula. Y, además, confecciona mix picantes como el que marida rabanito rojo y rosa y rúcula o el denominado rainbow mix, con rabanito rojo, remolacha y colinabo. 

Promocionó su negocio a través de las redes sociales y con una página web (www.adinagreens.com) y logró hacerse un hueco en la restauración. Le piden sus brotes desde muchos restaurantes gallegos e incluso hizo envíos a Madrid o Marbella. Los cocineros, que cada vez les sacan más partido, utilizan los brotes para dar sabor y color a sopas, carnes o pescados. Igualmente, Daniel también vende a los particulares que así se lo pidan. Una tarrina de 45 gramos de rabanito rosa, por ejemplo, cuesta 2,5 euros.

Concienciado con la agricultura ecológica y el respeto al medio ambiente, su mantra es que todo el proceso sea orgánico —utiliza un sustrato sin pesticidas— y que sus vegetales no pasen por el refrigerado: se los hace llegar a los restaurantes, a ser posible el mismo día que los corta. De momento, el negocio no da para mucho. O sí. Da lo importante: que Daniel se sienta a gusto con lo que hace y su vida sea, nunca mejor dicho, un buen brote verde.

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