“En una sala de conferencias, o una oficina sin buena ventilación, se recomiendan sistemas de desinfección del aire con luz ultravioleta germicida”. Lo aseguraba, hace unos días, el investigador del CSIC José María Lagarón, en esta entrevista. “Lo que hacen es desinfectar el aire. La luz ultravioleta no es dañina para las personas y esteriliza las partículas que hay en ese espacio. Es mucho más efectivo que los sistemas de filtración, cuando los espacios son grandes y hay mucha concurrencia de personas. En esos espacios, el sistema más eficaz es el que desinfecta directamente el aire con luz ultravioleta, más que los filtros HEPA”, aseguraba.
Este sistema fue uno de los que comenzaron a utilizarse, al comienzo de la pandemia. Los vimos proliferar en hogares, comercios y oficinas, pero Sanidad advirtió de los riesgos para la salud que podía implicar su "utilización inadecuada": daños oculares, irritación en vías respiratorias y efectos potencialmente cancerígenos. Se desaconsejó su uso de forma generalizada y, desde entonces, nos olvidamos de ellos.
En estos dos años de pandemia se ha hecho mucho hincapié en la ventilación y la filtración, como los mejores métodos para limpiar el aire en interiores. Pero ahora, volvemos a hablar de los rayos ultravioleta porque desde distintos ámbitos se vuelve a proponer como método eficaz para eliminar al virus SARS-CoV-2 en espacios con aire compartido por muchas personas.
“Hay formas en que los propietarios de edificios pueden hacer que los ambientes interiores sean más seguros, desinfectando el aire interior. Una de las mejores tecnologías para hacerlo, la luz ultravioleta germicida, se ha estudiado durante décadas y ahora se puede usar de manera segura”, afirman Donald Milton, Eduard Nardell y David Michaels en este reciente artículo del New York Times. Tres científicos estadounidenses expertos en salud ambiental y prevención de la transmisión aérea de enfermedades como la covid.
“Está claro que estos sistemas de rayos ultravioleta desinfectan. Eso se sabe desde los años 40, que ya se demostró que desinfectaban, con el sarampión. Y se han hecho pruebas para muchos virus, como el de la covid, y se ha visto que funciona. Pero claro, que funcione no es lo único”, advierte José Luis Jiménez, catedrático de Química y Ciencias Ambientales de la Universidad de Colorado (EE.UU.) Y cita “dos aspectos más a considerar: su coste y sus efectos secundarios”.
Jiménez, que es miembro de la plataforma AIREAMOS, cree que es importante comparar siempre este sistema con los demás que se utilizan para limpiar el aire en interiores, como los filtros HEPA o la ventilación. Comparar sus beneficios y sus riesgos, antes de recomendarlo o no. “Si pones un filtro, por ejemplo, no solo quitas los patógenos que haya en el aire, también la contaminación de partículas y los alérgenos. Y eso, la desinfección no lo hace. La desinfección, de hecho, no solo no quita la contaminación química, la atmosférica, sino que la aumenta”.
“Los rayos ultravioleta causan química, que aumenta la contaminación, y eso es negativo”, advierte. “No es dramático, quizá, pero sí algo a considerar, si vas a tener una cosa encendida y funcionando durante años...”. Explica que “los filtros quitan, pero no añaden”, y que la luz ultravioleta quita y añade. “La luz ultravioleta desactiva al virus, pero causa una química que es la de la contaminación”. Por eso, el científico cree que decidir si usar o no esta tecnología “es una decisión compleja”.
Esto, en cuanto a los riesgos para la salud. Pero no es lo único. Es clave utilizar bien este sistema, porque puede ser muy dañino en caso contrario. "Si no se hace bien, puede crear graves problemas: quemar la piel o los ojos". Y aquí entra en juego, además, la segunda derivada: el coste. "Instalarlo y mantenerlo bien es bastante más caro que ventilar o filtrar”, advierte Jiménez.
"En un país como España, donde el tiempo es razonable la mayor parte del año, ventilar es más barato y los filtros también: son 10 veces más baratos que la luz ultravioleta”. Porque este sistema de rayos ultravioleta, explica el científico, además de ser más caro, “implica un coste más grande si se hace bien".
Los científicos del NYT reconocen que este sistema cuenta con limitaciones, y creen que por eso no se utiliza más, a pesar de ser, dicen, el método “más poderoso” para limpiar el aire. “Una barrera importante para un uso más amplio” de esta tecnología es que “debe instalarse por expertos y requiere un conjunto de habilidades técnicas, distintas de las que se necesitan para mejorar los sistemas de ventilación y filtración de un edificio”, explican.
Pero, acto seguido, añaden que “los costes iniciales del equipo y la instalación de un sistema GUV (por sus siglas en inglés) suelen ser más bajos que actualizar o reemplazar los sistemas de ventilación”. Ellos, de hecho, recomiendan abiertamente utilizar ahora esta tecnología en los “entornos de mayor riesgo de superpropagación (del virus), como salas de conferencias, restaurantes, residencias de ancianos o prisiones.
Antes de recomendarla, comparan esta tecnología con la de los filtros HEPA, y explican que, “con dos cambios de aire por hora, que es lo habitual en grandes edificios, se eliminan poco más de la mitad de los gérmenes existentes cada 30 minutos. Con seis cambios de aire por hora, lo habitual en salas de hospital y aulas con múltiples filtros, cada 10 minutos se eliminan poco más de la mitad de los gérmenes”.
El dato del tiempo es importante, porque explican que “la cantidad de gérmenes en el aire interior está controlada por dos cosas: la velocidad a la que las personas infectadas los exhalan y la velocidad a la que los gérmenes infecciosos se eliminan del aire”. En su artículo, los científicos se refieren tanto a bacterias como a virus cuando hablan de gérmenes en general.
Los científicos hacen estimaciones de lo que puede suponer una variante tan contagiosa como ómicron dominando el panorama. “Una persona altamente infecciosa podría agregar suficientes gérmenes al aire para infectar a más de 16 personas por minuto, más de 900 personas por hora”. Y con estos datos sobre la mesa, creen que la ventilación y la filtración pueden no ser suficientemente eficaces (ni rápidas) para eliminar al virus actual.
“Eliminar la mitad de esos virus cada 10 minutos puede hacer que los eventos de superpropagación sean más pequeños, pero no es suficiente para prevenirlos”. En las grandes reuniones en interiores, aseguran, “es donde entra en juego la desinfección del aire con luz ultravioleta germicida. Puede matar fácil y silenciosamente a la mitad de los gérmenes que flotan en el aire interior cada dos minutos o menos”, calculan los científicos.
Por eso, ellos lo tienen claro. Aseguran que esta tecnología de desinfección por rayos ultravioleta germicida “está disponible comercialmente en este momento" y creen que "se debe alentar a los propietarios y gestores de edificios a adoptarlo a través de subsidios e incentivos fiscales. Podemos poner fin a los eventos de superpropagación y hacer que los eventos públicos sean más seguros para todos. ¿A qué estamos esperando?”
Jiménez no lo ve tan claro. Insiste en que hay que medir muy bien sus beneficios y sus riesgos, antes de recomendarlo de forma general. “Decir que hay que empezar a poner rayos ultravioleta en todas partes es un error”, advierte. Aunque sí vería adecuado utilizar este sistema “en sitios concretos de alto riesgo, donde vale la pena la inversión. ¿En un hospital? Por supuesto. ¿En una residencia de ancianos? También. En las casas o en la escuela, por ejemplo, no. Porque hay opciones más baratas”. Y más seguras para la salud.